Animales callejeros en Estambul: mascotas coletivas

Existe oficialmente un lugar en el mundo donde perros y gatos de la calle gozan de una calidad de vida sorprendente, tomando en cuenta su condición homeless, disfrutando del respeto y el cariño de la gente que les brinda todos los días cuidados, sustento y espacios adecuados para refugiarse, sobretodo del frío que se sufre en las calles.

Se trata de Estambul, una ciudad turca con 15 millones de habitantes en la que miles de perros y gatos sin dueño conviven amenamente con los vecinos y turistas.

Mientras en otros lugares del planeta hay perros y gatos sin dueño, sobreviviendo como pueden, muchos de ellos famélicos o enfermos, Estambul procura una saludable condición de sus mascotas.

Los animales son censados, vacunados y desparasitados periódicamente por las autoridades locales, que también llevan a cabo campañas de castración para controlar el incremento de la población, con una inversión de más de 4 millones de euros en los últimos ocho años. Las autoridades también se encargan de mantener la higiene en las calles, por lo que los excrementos son recogidos puntualmente.

Los perros llevan un chip en la oreja como distintivo confiable; los felinos disponen incluso de pequeñas casitas de plástico hechas artesanalmente por los vecinos en las que pueden refugiarse. En épocas invernales en las que el frío se vuelve excesivo, algunos establecimientos abren sus puertas para acoger a los gatos, mientras otros estambulíes dejan cartones y cobijas en los portales de los centros comerciales para que se protejan los perros.

Son gestos solidarios labrados durante décadas, sobre todo desde principios del siglo XX, cuando el gobernador de Estambul liberó a los canes que habían sido capturados y deportados décadas atrás por orden del Sultán. Desde entonces, los perros fueron repoblando la ciudad para llegar a establecer con los humanos una convivencia excepcional, que se prolonga hasta el día de hoy.

Durante el verano, es habitual ver a los locales acercarse a los gatos para ofrecerles refrescarse con agua de su propia botella. Y también es normal que los vehículos se detengan para no atropellar al perro que duerme sobre el asfalto, antes de invitarlo amablemente a regresar a la banqueta. En algunos casos, los estambulíes incluso ayudan a los canes a cruzar las calles más transitadas.

Los niños se acercan y juguetean con los gatos. Sus padres, despreocupados, porque los felinos están acostumbrados a las caricias de los vecinos y suelen aceptar con gusto los apapachos extraño, aunque a veces no puede evitar la sensación de que en cualquier momento y ante el atosigamiento de un pequeño, el gato sacará a relucir sus uñas. Pero la realidad es que nunca agreden.

En contraste con la afición a los gatos, en los países musulmanes el perro es considerado como un animal impuro, que debe permanecer lejos del hogar. Sin embargo, los estambulíes han sabido establecer un balance ante la centenaria tradición islámica con el cuidado de los canes en las calles.

Deambulan por toda la ciudad, pero suelen preferir los pasajes más sosegados antes que las zonas turísticas más concurridas. Por lo general habitan en áreas cerca de familias a las que se acostumbran o de restaurantes que les facilitan el sustento diario; sin molestar a nadie.

Los perros y los gatos de esta ciudad turca no sólo cuentan con seguidores locales. También es habitual su presencia en las redes sociales, en las que vecinos y turistas publican incesantemente sus fotos. ¡Genial!, ¿no crees?

Algo muy importante por resaltar, es que el maltrato a los animales está castigado por ley desde 2009, aunque ante los cuidados de los lugareños se pronto se considera a veces innecesaria esta norma en Estambul, ya que los animales están muy integrados.

¡Con el paso de los años se han convertido en auténticas mascotas colectivas!

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