Los primeros pasos del perro con nosotros

A pesar de que la domesticación el perro es uno de los fenómenos más importante de la historia humana, no se sabe con exactitud cuándo, ni cómo ocurrió.

MVZ Luis Fernando De Juan Guzmán, Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia. UNAM

De acuerdo a las investigaciones realizadas por expertos en diversas áreas científicas como la antropología, la paleontología, la arqueozoología y la biología molecular, todo parece indicar que los perros domésticos aparecieron hace al menos 20 000 años. Entre los muchos hallazgos que lo demuestran, se puede mencionar a las sepulturas prehistóricas en las que eran depositadas personas acompañadas de perros.

Para una parte de la comunidad científica, estas evidencias pertenecen a perros domésticos perfectamente formados, lo que demostraría una mayor antigüedad de esta especie. Sin embargo, para otro grupo de expertos, se trata de lobos en proceso de domesticación, es decir, lobos que ya se estaban transformando en perros, pero que todavía no lo eran.

Como quiera que sea, se cuenta con muestras contundentes e irrefutables de que hace al menos 20 000 años ya existían los perros, por lo que el proceso de domesticación tuvo que haber comenzado mucho tiempo antes.

Los perros siguen siendo lobos

Debido a que el código genético de lobos y perros es casi idéntico (99.8%), la mayoría de los estudiosos del tema postulan que los perros siguen siendo lobos, a pesar de las grandes diferencias morfológicas que existen entre ciertas razas caninas −como el Bulldog Inglés− y sus ancestros lupinos. En el mejor de los casos, el perro es una subespecie de lobo.

Todo parece indicar que el largo proceso que llevaría a que el lobo se convirtiera en perro, comenzó en el continente asiático, en aquellas regiones que habitaban el lobo chino (Canis lupus chanco) y el lobo indio (Canis lupus pallipes), las dos especies que más probablemente dieron origen al perro.

En estas zonas, se han descubierto antiquísimos huesos de lobos que presentan características óseas ajenas a los lobos normales. Estos animales presentaban extrañas variaciones en su esqueleto, las cuales después serían comunes en los perros domésticos, indicando así que allí fue donde empezó el vínculo del hombre con los cánidos.

Dicha asociación se tuvo que dar entre los animales que eran menos agresivos o que se ponían menos nerviosos ante la presencia humana y esto tal vez provocó una modificación en su sistema genético, que a su vez causó una variación en la estructura ósea, así como en el aspecto físico de los lobos, aspecto que sería heredado a sus descendientes, junto con su tolerancia a los humanos.

Beneficiados con las “sobras” del hombre

Es probable que esos lobos se habituaran a estar relativamente cerca de los recolectores-cazadores nómadas de la Prehistoria y que se beneficiaran de los residuos de alimentos abandonados por aquellas personas. Muy pronto, el hombre se dio cuenta de lo útiles que le podían ser aquellos −cada vez más dóciles− cánidos, pues gracias a su instinto como depredadores, le ayudaban a cazar más fácilmente a los animales de las que ambas especies se alimentaban. Esos incipientes perros, le ayudaban al hombre prehistórico a encontrar y seguir el rastro de las presas, a perseguirlas, a acorralarlas y a matarlas.

Con la invaluable ayuda que le brindaban aquellos cuadrúpedos, el hombre quiso mantenerlos a su lado todo el tiempo y en pocas palabras esos cánidos se fueron haciendo prácticamente indispensables. Apareció formalmente el perro doméstico.

Vigilantes de la cueva del hombre

Estos perros asociados estrechamente con los humanos, no sólo cooperaban en la cacería, sino que también vigilaban celosamente las cuevas y campamentos, dando la alarma de la proximidad de extraños o de animales feroces que podían atacar y matar a la gente que vivía allí. Colaboraban en rechazar y alejar a los atacantes, protegían a los niños, cuidaban a los ancianos y en general, velaban por todos los miembros del clan, así como por sus posesiones: herramientas, armas, enseres, ropas y alimentos.

Entre los muchos factores que favorecieron el vínculo entre los perros y el género humano, se encuentran las extraordinarias semejanzas que ambas especies tienen. Los seres humanos y los canes son gremiales, es decir, que viven en manadas cuya socialización es compleja, ya que incluye el reconocimiento de un líder y el establecimiento del nivel jerárquico de cada miembro del grupo. Además ambas especies destacan por su inteligencia y son capaces de realizar funciones que redunden en el beneficio del clan, como podría ser una cacería exitosa.

Hombres y canes se entienden

También los perros y las personas son capaces de desarrollar una comunicación muy compleja y han aprendido a interpretar correctamente parte de las señales informativas de la otra especie. Así, los cánidos pudieron entender órdenes e indicaciones, y los hombres supieron descifrar las vocalizaciones de sus perros y lo que significaba la posición del cuerpo, de la cola y de las orejas, así como los gestos de sus canes.

Otra cosa que les ayudó a permanecer juntos, fue la enorme adaptabilidad que poseen los cánidos y los seres humanos. Son capaces de recorrer grandes distancias y de vivir en casi todo el planeta, sin importar el hábitat, el clima o la comida disponible, ya que pueden nutrirse de una amplia variedad de alimentos, tanto de origen animal, como vegetal.

En definitiva, el perro es el principal aliado del hombre, su más antiguo compañero y su mejor amigo. Por ello, desde épocas remotas y hasta hoy en día, las huellas del hombre, siempre van acompañadas por las huellas del perro.

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