Paco Colmenares, Isabel Martínez. Los Editores
Es muy de gato sentir que, si el mundo aprueba con estudios científicos o no algo, a mí me vale, mientras yo sepa que así es. Pero también es muy de cat people tener argumentos sólidos y terminar la discusión con la tranquilidad de la información, y no solo con un “yo así lo creo”.
Por eso, aunque nadie nos iba a venir a decir que mi gato no me ama, con razón válida alguna, es tan satisfactorio saber que hay expertos en el tema trabajando por establecer en libro y ciencia la forma de demostrar el amor.
Que más allá de la lata que le damos y las 17 camas que le permitimos tener en casa (sí, el teclado, la mesa y tu cara, todas cuentan), esos ronroneos y las ganas de restregarse junto a ti en tus peores días no son casualidad, ni demandas inapelables de cariño hacia él.
Varias teorías por internet se pueden encontrar, sobre cómo los gatos quizá sean incluso más evolucionados intelectualmente de lo que creemos, pero han decidido limitar su demostración, pues en las sombras, se trabaja mejor.
Más bien deberíamos aprender de la inteligencia del gato para amar. Si el panorama es en mi contra, me alejo; si no soy la razón, analizo… Cuando cambie el escenario, nos desvivimos de amor.
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