Del Lobo al Perrhijo en pocos milenios

MVZ Luis Fernando de Juan Guzmán † 

Paco Colmenares, Director Editorial

Hoy en día no existe ninguna duda de que los perros descienden de los lobos, pero las propuestas para tratar de explicar cómo surgió el vínculo de los seres humanos con estos cánidos y cómo a su vez dieron origen a los perros domésticos, son meras especulaciones.

¿Cuándo comenzó el camino?

De acuerdo a las investigaciones realizadas por expertos en diversas áreas científicas como la antropología, la paleontología, la arqueozoología y la biología molecular, todo parece indicar que los perros domésticos aparecieron hace  al menos 20 000 años.

Entre los muchos hallazgos que lo demuestran, se puede mencionar a las sepulturas prehistóricas en las que eran depositadas personas acompañadas de perros. Estos peculiares entierros se han descubierto en Siberia (18 000 a.C.), Europa Central (12 000 a.C.), Medio Oriente (10 000 a.C.) y en E.U.A. (9 500 a.C.). También, se cuenta con los restos de un can doméstico descubierto en Eliseevich, Rusia y que fueron datados en el 14  000 a.C., o los de otro de estos animales del 13 000 a.C., encontrado en Kesslerloch, Suiza.

Por otro lado, en la cueva de Chauvet, en Francia, los investigadores encontraron las huellas de las patas de un cánido, junto a las de los pies de un niño y de acuerdo con sus métodos de datación, estas impresiones fueron realizadas en el 24 000 a.C. Y en Goyet, Bélgica, fue descubierto el cráneo de un perro que vivió nada menos que en el 32 000 a.C.

Para una parte de la comunidad científica, estas evidencias pertenecen a perros domésticos perfectamente formados, lo que demostraría una mayor antigüedad de esta especie. Sin embargo, para otro grupo de expertos, se trata de lobos en proceso de domesticación, es decir, lobos que ya se estaban transformando en perros, pero que todavía no lo eran.

Como quiera que sea, se cuenta con muestras contundentes e irrefutables de que hace al menos 20 000 años ya existían los perros, por lo que el proceso de domesticación tuvo que haber comenzado mucho tiempo antes. Por lo tanto, la extraordinaria asociación que se estableció entre los cánidos y los seres humanos tuvo lugar en épocas remotísimas y este hecho fue fundamental para el desarrollo cultural de la humanidad, pues los perros nos han acompañado desde entonces.

Genética de la amistad

Debido a que el código genético de lobos y perros es casi idéntico (99.8%), la mayoría de los estudiosos del tema postulan que los perros siguen siendo lobos, a pesar de las grandes diferencias morfológicas que existen entre ciertas razas caninas −como el Bulldog Inglés− y sus ancestros lupinos. En el mejor de los casos, el perro es una subespecie de lobo.

Esto ha provocado que de algunos años para acá, el perro sea reconocido por el nombre taxonómico de Canis lupus familiaris. El lobo pertenece a la especie Canis lupus y cuando se le añade la palabra “familiaris”, se hace referencia a una variedad de esta especie, es decir, a una subespecie. En resumen, el perro doméstico no es más que una modalidad de lobo.

Todo parece indicar que el largo proceso que llevaría a que el lobo se convirtiera en perro, comenzó en el continente asiático, en aquellas regiones que habitaban el lobo chino (Canis lupus chanco) y el lobo indio (Canis lupus pallipes), las dos especies que más probablemente dieron origen al perro.

En estas zonas, se han descubierto antiquísimos huesos de lobos que presentan características óseas ajenas a los lobos normales. Estos animales presentaban extrañas variaciones en su esqueleto, las cuales después serían comunes en los perros domésticos, indicando así que allí fue donde empezó el vínculo del hombre con los cánidos.

Dicha asociación se tuvo que dar entre los animales que eran menos agresivos o que se ponían menos nerviosos ante la presencia humana y esto tal vez provocó una modificación en su sistema genético, que a su vez causó una variación en la estructura ósea, así como en el aspecto físico de los lobos, aspecto que sería heredado a sus descendientes, junto con su tolerancia a los humanos.

Cuando los lobos se aproximan al humano

Es probable que esos lobos se habituaran a estar relativamente cerca de los recolectores-cazadores nómadas de la Prehistoria y que se beneficiaran de los residuos de alimentos abandonados por aquellas personas. No sería raro que en algunas ocasiones cazaran y devoraran a algún niño o anciano que se apartara del grupo.

Así, a través de siglos −o milenios− aquellas bestias se fueron acostumbrando a permanecer a poca distancia del hombre, disfrutando de las bondades que ese contacto les brindaba y haciéndose cada vez más y más mansas, hasta que se dejaron tocar por los seres humanos. Para ese momento, seguramente estos animales ya habían dejado de ser lobos desde hacía mucho tiempo.

Muy pronto, el hombre se dio cuenta de lo útiles que le podían ser aquellos −cada vez más dóciles− cánidos, pues gracias a su instinto como depredadores, le ayudaban a cazar más fácilmente a los animales de las que ambas especies se alimentaban. Esos incipientes perros, le ayudaban al hombre prehistórico a encontrar y seguir el rastro de las presas, a perseguirlas, a acorralarlas y a matarlas. De esa forma, tanto los seres humanos, como los canes, se beneficiaban mutuamente, pues trabajando juntos sobrevivían más eficazmente.

El apoyo invaluable de los canes

Con la invalorable ayuda que le brindaban aquellos cuadrúpedos, el hombre quiso mantenerlos a su lado todo el tiempo y en pocas palabras esos cánidos se fueron haciendo prácticamente indispensables. Al mismo tiempo, se socializaban más con la especie humana y cuando aquellos animales permanecieron toda su vida junto al hombre y se empezaron a reproducir en el ámbito humano, apareció formalmente el perro doméstico.

Estos perros asociados estrechamente con los humanos, no sólo cooperaban en la cacería, sino que también vigilaban celosamente las cuevas y campamentos, dando la alarma de la proximidad de extraños o de animales feroces que podían atacar y matar a la gente que vivía allí. Colaboraban en rechazar y alejar a los atacantes, protegían a los niños, cuidaban a los ancianos y en general, velaban por todos los miembros del clan, así como por sus posesiones: herramientas, armas, enseres, ropas y alimentos.

Semejanzas extraordinarias entre especies

Entre los muchos factores que favorecieron el vínculo entre los perros y el género humano, se encuentran las extraordinarias semejanzas que ambas especies tienen. Los seres humanos y los canes son gremiales, es decir, que viven en manadas cuya socialización es compleja, ya que incluye el reconocimiento de un líder y el establecimiento del nivel jerárquico de cada miembro del grupo. Además ambas especies destacan por su inteligencia y son capaces de realizar funciones que redundan en el beneficio del clan, como podría ser una cacería exitosa.

También los perros y las personas son capaces de desarrollar una comunicación muy compleja y han aprendido a interpretar correctamente parte de las señales informativas de la otra especie. Así, los cánidos pudieron entender órdenes e indicaciones, y los hombres supieron descifrar las vocalizaciones de sus perros y lo que significaba la posición del cuerpo, de la cola y de las orejas, así como los gestos de sus canes.

Otra cosa que les ayudó a permanecer juntos, fue la enorme adaptabilidad que poseen los cánidos y los seres humanos. Son capaces de recorrer grandes distancias y de vivir en casi todo el planeta, sin importar el hábitat, el clima o la comida disponible, ya que pueden nutrirse de una amplia variedad de alimentos, tanto de origen animal, como vegetal.

¿Herramientas o mascotas?

¿En ese entonces se veía a los perros sólo como una herramienta, un accesorio o un arma? Es imposible saberlo a ciencia cierta, claro, pero difícilmente sería así, pues las huellas, entierros y ritos hallados, son siempre en conjunto, es decir, los perros vivían y morían a un lado de las personas, no afuera de su cueva, o en los alrededores.

Sería extraño pensar que la humanidad de aquel entonces discutía en términos de especies, mucho menos en términos de alma o conceptos filosóficos que los diferenciaran de esta especie en términos de valor.

Por la cercanía con la que se hallan siempre, los hombres y los primeros perros eran cercanos, unidos al máximo, como familias interespecie que se cuidaban, literalmente, pegados los unos a los otros.

No, tener perrhijos no es una moda, verlos como un miembro de la familia es la forma natural de vinculación entre Homo sapiens y Canis lupus familiaris, aunque durante algunos pocos siglos se les haya querido alejar, o relegar fuera de un hogar.

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