Fotografiar elefantes y visitar África no solo fue una aventura, sino una experiencia que transformó mi alma.
Alma Morell, Fotógrafa profesional
Desde el momento en que pisé tierra africana, fui abrazada por una sensación de asombro y emoción, cada rincón estaba impregnado de una energía única, una vibración que resonaba en lo más profundo de mí y me transmitía su esencia, su magia.
Fuimos al parque nacional Chobe, donde vi por primera vez una familia de elefantes en su entorno natural, un momento que nunca olvidaré. De entre los árboles emergieron majestuosos y poderosos, con gran elegancia.
La serenidad de su presencia me hizo llorar por haber tenido ese afortunado encuentro, como estar presenciando un ritual ancestral, que no podías dejar de mirar y te imponía mucho respeto.
La vida me regaló la oportunidad de estar ahí y mi cámara fue una ventana a su vida cotidiana y su comportamiento social.
Grandes protectores
Pude ver cómo se comunicaban entre sí con sonidos profundos y movimientos sutiles. Los bebés elefantes encarnando la inocencia y la ternura con sus pequeñas trompas exploradoras y curiosas y los más grandes, cuidaban de sus crías con una ternura conmovedora y protegiendo a su manada con una determinación feroz, listos para usar esos enormes y hermosos colmillos si alguien osara amenazar a su familia.
Con sus colmillos, llenos de grandeza, se defienden y manipulan su entorno para sobrevivir, pero también son su mayor maldición, pues el comercio ilegal de marfil los ha puesto al borde de la extinción.
Como fotógrafa, quiero poder regresar a África y seguir retratando a esta hermosa especie, pero como ser humano y como madre, anhelo que mi hijo, mis nietos y todas las generaciones venideras puedan llegar a conocer a los elefantes como yo, aquel día en Gaborone.
Usa los mejores consejos de nuestra fotógrafa experta, con tus animales de casa.