Comer no es sólo una necesidad fisiológica, sino que está asociado al entorno, el ánimo, el contexto y hasta la historia. Si algo cambia, hay que ver todos los ángulos.
MVZ EMCV (EC) Aline Ixtab Morales Estrada
MVZ EMCV (EC) Alejandro Pérez Castañeda
Existen pocos estudios que se centren en revisar los problemas emocionales relacionados a la falta de apetito o una baja en su ingesta, sin embargo, es un problema frecuente que puede observarse en nuestros animales de compañía.
Los principales factores que pueden estar alterando dicho comportamiento pueden ser el estrés, la neofilia (afinidad ante algo nuevo), la neofobia (el rechazo ante un nuevo alimento) y la aversión (asociada al estrés o a una experiencia negativa).
Hay factores que van más allá de los ingredientes en la comida, la cantidad o el olor, es decir, que no se solucionan muchas veces con cambiar de alimento o adicionarle cosas que, creemos, serán más apetitosas.
En una conducta de neofilia, se puede observar que nuestros animales de compañía probaron algo nuevo y palatable, por lo que, en los primeros días preferirán lo nuevo por encima de lo que ya conocían, sin embargo, esto no dura mucho, provocando que el alimento nuevo pierda su valor. Un ejemplo común es agregar un alimento con mayor olor o sabor para abrir su apetito, teniendo éxito por algunos días, pero posteriormente se tendrá el mismo problema o bien cuando hacemos un cambio de la marca de croquetas y al inicio se tiene una buena aceptación, pero tiempo después el buen apetito desaparece.
La neofobia, puede ser una condición común en varias especies, la más conocida entre nosotros sería el gato, esta se asocia a la baja variedad de ingredientes dentro de su dieta, teniendo como resultado el desagrado a los nuevos alimentos.
Finalmente, tenemos la aversión, la cual podría presentarse cuando ofrecemos un nuevo alimento a nuestro animal de compañía mientras cursa una situación de estrés, como enfermedad, la ausencia de su tutor o estar en un ambiente desconocido, generando una asociación negativa ante dicho alimento y por lo tanto un rechazo.
¿Qué podríamos hacer al respecto?
Como habrás adivinado, estos problemas tienen factores más allá del mismo alimento, así que probablemente ya has intentado cambiar de marca, estilo, etapa o sabores, sin muchos resultados, y si apenas comienza el problema, es importante que vayas considerando apartar espacio para una revisión etológica, que te ayudará a entender el problema de fondo.
Sin embargo, desde luego urge impulsar que nuestro amigo coma más y de inmediato, para no arriesgar su salud, por ello, antes de agregar nuevos alimentos a su dieta, podríamos probar dando pequeñas porciones a lo largo del día para evitar sofocarlo con una gran ración y promover su apetito en algún momento del día. Ofrecerlo en juguetes interactivos puede volverlo más atractivo, teniendo un doble beneficio, una actividad ocupacional mientras se nutre.
Aumentar la palatabilidad de las croquetas colocando un poco de agua tibia puede resaltar su olor y generar mayor humedad en el alimento, probar uno de alta calidad con mayor cantidad de proteína y sobre todo, tener una rutina estable en su alimentación, para controlar los estados ansiosos a los cuales se podría estar enfrentando. Si todo esto no llega a funcionar el trabajo interdisciplinario de un etólogo clínico y un nutriólogo veterinario podría ayudar a tu pequeño.