Hachiko es uno de los perros reales más reconocidos en el mundo. Basta mencionar su nombre para que la gente lo asocie a la fidelidad y lealtad del perro. Este 2023 cumpliría 100 años.
Hachiko era un akita inu de color blanco-crema, que nació hace casi 100 años, famoso por esperar a su tutor fielmente mucho después de la muerte de la persona.
Su historia fue tan emotiva para la gente que derivó en cuentos, libros y películas, siendo la de 2009, protagonizada por Richard Gere, la que catapultó su leyenda a cada rincón del mundo.
Con tal fama, se erigió una primera estatua de Hachiko en 1934, misma que fue reciclada para la Segunda Guerra Mundial, regresando años después en bronce frente a la estación de Shibuya en Tokio, donde esperó en vano a su dueño durante una década.
Un icono para el país
Hachiko representa al “ciudadano japonés ideal\” con su “devoción incuestionable\”, dice la profesora Christine Yano de la Universidad de Hawái.
“ Hachiko es leal, confiable, obediente a un dueño y que comprende su lugar en el esquema más amplio de las cosas sin depender para ello de la racionalidad\”.
A los mismos estudiantes japoneses se les enseña desde pequeños la historia de Chuken Hachiko, o el leal perro Hachiko, como ejemplo de devoción y fidelidad.
El verdadero Hachiko
Hachiko nació en noviembre de 1923 en la ciudad de Odate en la prefectura de Akita, el hogar original de la raza de los perros akitas, una raza japonesa muy antigua y popular.
En 1931 esta raza fue reconocida por el gobierno japonés como ícono nacional, siendo ocupados como mascotas y hasta para cazar animales, como jabalíes y alces.
“Los perros akita son tranquilos, sinceros, inteligentes y valientes. También muy obedientes; desconfían de cualquiera que no sea su tutor\”.
Eietsu Sakuraba, autora.
Hidesaburo Ueno, un reconocido profesor de agricultura y amante de los perros, pidió a un estudiante que le buscara un cachorro akita. El 15 de enero de 1924 llegó Hachiko a su nuevo hogar.
Ueno lo llamó Hachi, “ocho\” en japonés. El sufijo Ko es un homenaje de los estudiantes del profesor.
El perrito venía con muchas enfermedades y se pensó no sobreviviría; hasta seis meses estuvo en constantes revisiones médicas y tratamientos.
Para ir al trabajo, Ueno viajaba varias veces a la semana por tren, partiendo de la estación de Shibuya, donde era acompañado por Hachiko y otros dos perros. El trio de caninos lo esperaban hasta su regreso todos los días.
El 21 de mayo de 1925, Ueno, que entonces tenía 53 años, murió de una hemorragia cerebral. A pesar de solo haber convivido por 16 meses, Hachiko fue el can que más sufrió la pérdida; durante el velatorio se acostó bajo el ataúd y nadie pudo moverlo.
Hachiko pasó los siguientes meses con diferentes familias fuera de Shibuya, pero finalmente, en el verano de 1925, terminó con el jardinero de Ueno, Kobayashi Kikusaburo.
Apenas regresado a la lugar que compartió con el profesor, Hachiko pronto reanudó su viaje diario a la estación, se paraba en la puerta de salida y miraba a cada pasajero en busca de su amigo.
Para los empleados era muy molesta su presencia e intentaron alejarlo, pero siempre volvía. El diario japonés Tokyo Asahi Shimbun se enteró de la historia y la escribió en octubre de 1932, logrando la atención suficiente para que respetaran a Hachiko y su espera eterna.
La estación de trenes se llenó de donaciones de comida para Hachiko y recibía a turistas de todo el mundo que querían conocerlo. Los vecinos votaron por erigirle una estatua y se cubrieron los gastos a través de donativos personales.
El 18 de marzo de 1935, falleció Hachiko y fue noticia mundial, con miles de personas visitando el lugar donde decidió esperar.
Las muestras de cariño recorren todo Japón, pues existen varias estatuas de el en la ciudad natal de Ueno, en la Universidad de Tokio y en la prefectura de Odate.
“Incluso dentro de 100 años, este amor incondicional y devoto permanecerá sin cambios, y la historia de Hachiko vivirá para siempre\”.