Muchos gatos son aún alimentados con hígado, o aceites provenientes de este, por considerarse rico y alto en vitaminas, sin embargo, el riesgo de esta alimentación es importante.
MVZ MPA Carlos Esquivel Lacroix
Las vitaminas se clasifican en dos grupos: vitaminas hidrosolubles y vitaminas liposolubles. La vitamina A, al igual que las vitaminas D, E y K, forman el grupo de las liposolubles. Éstas se digieren y absorben utilizando los mismos mecanismos que los lípidos contenidos en los alimentos; sus metabolitos se excretan por las heces y su exceso se almacena principalmente en el hígado.
El origen de la vitamina A reside en los carotenoides, que son pigmentos color rojo oscuro sintetizados por las plantas, de los cuales, el betacaroteno es el más abundante y el que tiene mayor actividad biológica. Estos carotenoides, una vez consumidos, son convertidos en vitamina A activa gracias a una enzima localizada en la mucosa intestinal.
Hasta aquí todo suena normal, ¿verdad?
Bueno, pues el problema ocurre cuando se carece de esta enzima. Ese es el desafortunado caso de los gatos domésticos. El gato carece de la enzima esencial para el desdoblamiento de la molécula del caroteno, por lo que requiere del aporte de vitamina A preformada en la ración, siendo las formas más corrientes los derivados del retinol, los cuales sólo se encuentran en productos de origen animal.
En el organismo, la vitamina A cumple funciones que afectan la visión, el crecimiento óseo, la reproducción y, el mantenimiento del tejido epitelial.
La ingestión excesiva de vitamina A puede producirse por la suplementación de las raciones, o como consecuencia de la mala formulación de las raciones en que se incluyen cantidades excesivas de alimentos ricos en vitamina A.
A este fenómeno se le denomina Hipervitaminosos A
La Hipervitaminosis A es más frecuente en los gatos, y se asocia al consumo de grandes cantidades de hígado. El efecto patológico de la hipervitaminosis A en los gatos es el desarrollo de un síndrome denominado espondilosis cervical deformante, donde se forman exostosis, ósea crecimientos excesivos a lo largo de las inserciones musculares de las vértebras cervicales y de los huesos largos de los miembros torácicos. Estas formaciones óseas causan dolor y dificultad de movimientos.
¿Cómo saber si esto ya está ocurriendo en nuestro gato? Dentro de los signos clínicos iniciales podemos observar: anorexia, pérdida de peso, letargia y renuencia al movimiento. Además, el animal pierde el interés o la capacidad de cuidar su propia higiene. Al progresar la enfermedad, el gato adopta una postura en posición sentada similar a la de los marsupiales. En los últimos estadios puede existir parálisis de uno o ambos miembros torácicos.
Es importante decir que todos los casos reportados de espondilosis cervical deformante han sido de gatos alimentados con dietas a base de hígado. Esto podría explicarse porque el contenido de vitamina A del hígado procedente de animales es muy variable.
El tratamiento consiste en la eliminación del exceso de vitamina A en la dieta, de la sustitución por una ración equilibrada y la administración de un tratamiento de sostén. Desafortunadamente, cuando esto ya ha ocurrido, no existe un muy buen pronóstico, ya que los cambios esqueléticos graves pueden ser irreversibles. Por ello la importancia de prevenir, de informarse y de revisarse periódicamente.
Quiero terminar aconsejándote algo que te puede ser muy útil, tengas perros, gatos o cualquier otro animal de compañía: cuando vayas a una consulta con tu médico veterinario de cabecera, sé completamente honesto y sincero. Explica todos los detalles que creas necesarios respecto a la vida y convivencia de tu mascota.
Casos como el de la Hipervitaminosis A, por ejemplo, pueden ser prevenibles y hasta esperados, si se explica la alimentación, la frecuencia y los ingredientes.
Créeme, es preferible una llamada de atención a tiempo, que un lamento irreversible después.