Dignificar y profesionalizar la estética de perros y gatos, ha elevado los procedimientos a niveles de importancia clínica. Estilistas preocupados y enfocados, con la preparación adecuada, se vuelven el primer monitor de signos para muchas enfermedades, mientras combaten con la higiene, cientos de riesgos potenciales. Esto hemos aprendido al tomar la estética de animales con seriedad y profesionalismo.
Alma Ruiz Ariza
1. El mito del rapado
Pensar con simpleza nos hace cometer errores temibles. Durante mucho tiempo se conceptualizó el pelaje con lo más cercano que nosotros teníamos, un suéter o una chamarra, que se quita si hace calor, se deja si hace frío. Pero era sumamente importante entender que el pelo es parte de su naturaleza, pues evolucionaron con él por una función, y no por moda. El pelo cumple funciones termorreguladoras y de protección, así que en el estilismo profesional no se rapa nunca más a petición estética. Se evalúa y se recomienda, pero si será un daño, incluso se debe negar.
2. La constancia lo facilita
Entendemos que el pelo y la piel pueden ser a veces complejos. La densidad, lo profuso, lo dañado, lo sucio. Hoy sabemos que tampoco un baño es cosa sencilla para quien no está acostumbrado a proveerlo, y es por eso que los profesionales de la estética nos esforzamos cada día porque nuestros procesos y lugares de trabajo sean más amigables con los animales, pues la meta es que no teman venir frecuentemente, al contrario, se sientan cómodos y consentidos, con sensaciones placenteras, que motive a sus tutores a llevarlo periódicamente.
3. No son perros chiquitos
Es claro que los gatos estuvieron en un segundo plano de atención en casi todos los sentidos. Será su aparente autosuficiencia y voluntad férrea, que nos engañaba o, cómodamente, nos pretextaba no darle la atención correcta. Así cuando llegaron los gatos a las estéticas, tampoco sabíamos bien qué hacer, y se repetían procedimientos de perros, mayormente con lamentables resultados. Hoy debe estar bien claro: la estética de ambas especies, es totalmente distinta, desde el momento, el ambiente, el lugar, el trato y el proceso.
4. El trato se individualiza
El profesional de la estética, debe ser el primero en saber que higienizar y dar belleza a un ser vivo, nada tiene que ver con hacerlo sobre cosas inertes, como la ropa o un auto. Es por eso que debíamos romper con los procesos estandarizados, mecánicos o en serie. No sólo la edad y el tamaño importan. Debemos evaluar y recordar sus características, sus fobias, su ánimo y hasta su historia, para tomar en cuenta incluso lo que vivió. Agresivos o temerosos, viejitos o cachorros, con algún problema de salud o alguna discapacidad, cada aspecto debe tomarse en cuenta. La estética profesional atiende pacientes, no solo turnos.
5. Trabajo en equipo
Nos hemos convertido en socios de los tutores, no sólo proveedores de un servicio. No queremos que cada vez nos necesiten más, sino que los animales vivan más tiempo en condiciones ideales. Por eso no sólo entregamos un trabajo hecho, sino que debemos proveer perspectiva, diagnóstico y hasta consejos para que ese trabajo dure más tiempo, se puede mantener en casa, y con ello evitar que regresen hasta que el panorama ya es el peor. Debemos ser realistas y enfrentar que no somos magos, no podemos arreglar en un día lo que no se hizo en meses.