No hay vuelta atrás. Ver a nuestros animales como hijos o hermanos, es decir, como un miembro con total derecho familiar, es el camino natural del futuro.
Chema Prida.
Martha se despierta a las 7:30 de la mañana, al mismo tiempo que Israel, su esposo, Miguel, su hijo de 9 años, y un poco antes que Kika, una perra mestiza con dejos de Welsh Corgi, que al tener 13 años, duerme cada vez un poco más.
Mientras Miguel se prepara para ir a la escuela, Kika se va despertando con calma al escuchar el movimiento de casa.
Martha prepara el desayuno de Israel y Miguel mientras lava el plato de agua de Kika, y le renueva la bebida, pues sabe que la nena tomará menos agua si esta lleva mucho tiempo en el recipiente, y aún menos si se quedó toda la noche ahí. Aunque normalmente salen apresurados para llegar a tiempo, desde hace poco más de un año saben que deben cruzar la puerta con 10 minutos de sobra, pues por su edad, Kika, que disfruta de acompañarlos, baja las escalera más lentamente y se toma su tiempo para decidir en qué lugar del patio descargar la primera micción de día, y nadie la va a apresurar.
Suben al auto y Martha abrocha el cinturón de los tres. Al llegar a su destino, despide a Miguel en la puerta de la escuela, quien es incapaz de alejarse del auto sin despedirse con caricias y abrazos de Kika, y ahora sí, ambas regresan a casa.
De vuelta a casa a hacer las tareas del día
Para entonces su esposo se ha ido a trabajar también, por lo que prepara el desayuno de Kika, y se lo ofrece arriba del sillón, al lado de ella, para desayunar juntas.
Antes de mediodía esperará a que Kika comience a tomar un larga siesta en la cama que le colocó en un lugar exacto para que le dé el sol del mediodía a la mitad, y la otra se mantenga en la sombra, para que le perrita regule en donde quiere dormir, para entonces sí ir al supermercado, no sin antes encender las dos cámaras que Israel instaló dentro de casa, pues más que la seguridad externa, les preocupa monitorear cuando Kika se quede sola, en caso que esta se altere por algún ruido inusual, o tenga algún problema. Kika es una hija más, que han cuidado ya por más de 13 años.
La (¿nueva?) tendencia del Pet Parenting
Ver a nuestros perros y gatos como un miembro de la familia, con todas sus consideraciones y cuidados, y no sólo como un extra opcional al que se le coloca al final de la lista de prioridades entre los integrantes de la misma, parece asombrar aún a instituciones y medios no especializados hoy en día, aún cuando para nosotros sea algo tan lógico como natural.
El término Pet Parenting, ha ganado cada vez más espacio al mencionar nuestra relación con las mascotas, aunque en español aún suena un poco conflictivo para muchos su traducción, que sería algo así como “Paternidad de Mascotas”, pues la figura de papá o mamá, aún resulta un tanto “sagrada” para muchas personas que consideran transgresor dar ese nombre también a la persona que cuidan de un animal.
Perrhijos y Gathijos, empero, se han tomado cada vez más, cómicamente o no, como términos aceptables, así como simplemente hablar referirse a los animales en casa como “los niños” o “mis hijos”.
Un miembro más de la familia
El cambio no es realmente una novedad, y hace mucho dejó la posibilidad de haber sido una “moda”. Desde 2013, la casa de estudios de calidad Mintel, reportó que en Estados Unidos un abrumador 96% de los dueños de mascotas consideraban a sus animales como “miembros de la familia”, mientras que desde 2014 la encuesta de Wakefield Research decía que para el 54% de los dueños de mascotas ‘milenials’ (personas nacidas después de 1980-81) era indispensable cenar al mismo tiempo que sus mascotas.
La pandemia que comenzó en 2020, sólo parece haber venido a enfatizar más estos resultados. La misma agencia Mintel, reporta que el 63% de las personas con animales en casa han pasado significativamente más tiempo con sus mascotas desde la pandemia, y esto ha abierto los ojos y corazones a los que faltaban, pues les han acompañado al lado mientras trabajaron, se reunieron virtualmente con otras personas, tomaban clase, en fin, en esos momentos antes reservados y en ausencia de mascotas, por lo que los lazos son cada vez más fuertes y cercanos.
Parece que el amor por las mascotas ha evolucionado, y la única conclusión posible es que siga creciendo.