Chema Prida, Digital + Marketing
Los animales en la sala, en el comedor, en el pasillo, en la entrada de la habitación, en cualquier lado porque también es su casa. De hecho, donde viven es casa antes que oficina, pero la situación pandémica y de confinamiento que vivimos nos orilló a trasladar el trabajo al hogar.
Ir por el café es ir a la cocina
El comedor está a unos pasos. La fondita también. El baño ni se diga. Perdemos los “buenos días” al compañero o el “provechito” a quién sea cuando vamos a comer. Ni qué decir del “vámonos, aquí espantan” para marcar la hora de salida. Hoy tenemos a la familia, mamá siendo mamá, profesionista y maestra, entre otras cosas. Los niños luchando por atender a un maestro que está en la pantalla del dispositivo mientras se sienten tentados por el juguete a la mano. Las mascotas en el rush de ver a la familia completa durante todo el día. Imaginen su emoción, sin comprender realmente lo que sucede, solamente disfrutan el momento.
¿Cómo convivimos con nuestras mascotas?
Es fácil y complicado a la vez. De inicio, seamos empáticos hacia ellas: pensemos como el perro o gato con su humano todo el día en casa. Repito, todo el día. El animalito (más el perro) quiere atención, jugar y ser apapachado, su inocencia no comprende de stress laboral, pendientes interminables ni videollamadas eternas. Ladra, brinca, corre, se inquieta cuando le nace. Entonces ¿en quién cabe darle guía?
Nosotros
La convivencia cercana con nuestras mascotas es parte del cambio laboral gracias al confinamiento. La emoción por verlas al final del día laboral se convirtió en pedirles que dejen de ladrar porque hay videollamada con el jefe. El perro es el relajo. La manada está junta el día completo. El Alfa necesita darle guía a su convivencia. El perro requiere estructura para tener tranquilidad, horarios y salidas para sentirse estable. Dárselos es básico para cualquier humano que viva con ellos.
¿Cómo llevar la vida laboral con mi perro?
Respeta su horario de comida y paseo. Define su lugar, ponle su cama. Juega con él, úsalo como distracción a las presiones del trabajo. Límites, sin regaño ni gritos; también están en su casa. Hazlo sentir cómodo, feliz porque estás ahí. Comprende su ladrido pero toma decisiones donde ambos estén tranquilos.
Es tu nuevo vecino de cubículo, a quien decirle “provechito” cuando van a comer. Presúmelo cuando sea posible. Recuerda: la oficina se vino a casa y debe adaptarse a ella.