Decir que un gato jamás se acercará al agua, es otro de los grandes mitos que se le achacan a los felinos. ¿No me crees? Conoce la relación que los michis han tenido con la marina.
Esta historia ha sido publicada por Scot Christenson para National Geographic
Los marineros aceptaron como parte del equipo a los mininos, les dieron su propio espacio para dormir y todos los aditamentos que cualquier marino necesita para vivir en altamar.
Tenían nombres como Tom el Terror, Wockle, Bounce y Dirty Face. Viajaron miles de kilómetros en los buques de guerra más famosos con algunos de los marineros más osados. Eran miembros valiosos de la tripulación, a menudo con uniformes personalizados en miniatura y sus propias hamacas diminutas. Muchos nunca pusieron una pata en tierra firme en toda su vida. Eran los gatos que servían en las armadas del mundo.
Los gatos llevan en los barcos casi tanto tiempo como los humanos en el mar, y los marineros han sido en gran parte responsables de su propagación por todo el planeta. Las pinturas de las tumbas del antiguo Egipto muestran gatos cazando desde barcos que navegan por el Nilo, mientras que los fenicios reconocieron el valor de controlar la población de roedores en sus barcos mientras comerciaban por todo el Mediterráneo.
Gatos marinos con una función en el barco
Las ratas y los ratones eran un grave problema en los barcos porque arruinaban la comida de la tripulación, mordisqueaban el equipo y propagaban enfermedades. Los gatos, con su capacidad depredadora, eran una solución barata y eficaz para cualquier plaga de alimañas.
El Gobierno de Estados Unidos, en un esfuerzo por proteger los documentos de los nidos de ratas, empezó a comprar gatos en el siglo XIX, llegando a suministrarlos a la Armada estadounidense. En el Reino Unido, uno de los primeros y mayores programas de rescate de gatos tuvo lugar durante la Primera Guerra Mundial, cuando miles de gatos callejeros fueron recogidos en las ciudades y entregados a los militares.
Siete vidas en alta mar
Aunque los gatos son conocidos por su aversión al agua, se aclimataron bastante bien a la vida en el mar. A diferencia de los marineros de la Edad Moderna, que eran conocidos por tener que beber zumo de cítricos para evitar el escorbuto, los gatos fabrican su propia vitamina C y pueden sobrevivir con una dieta a base de pescado y mamíferos sin necesidad de comer frutas y verduras.
Los compañeros felinos también eran importantes para levantar la moral de los marineros nostálgicos en los viajes largos, ya que proporcionaban a la tripulación el afecto y la suavidad que tanto necesitaban en el espartano ambiente del barco. Como los gatos se consideraban mascotas compartidas por todos los marineros, también ayudaban a crear lazos entre la tripulación.
Las jerarquías gatunas
Los barcos más grandes de las Armada de Estados Unidos podían tener hasta dos docenas de gatos que establecían sus propios territorios. El que era lo bastante listo como para reclamar la cocina del barco solía ser el más gordo. Otros ratoneros se quedaban en las entrañas del barco, donde no les molestaba la actividad de la cubierta ni el ruido de los cañones.
Los felinos más amistosos se quedaban en la zona de atraque, donde recibían mucha atención de los marineros y podían dormir en hamacas que reducían el balanceo del barco; al fin y al cabo, los gatos de barco podían marearse tanto como los humanos.
Sustituidos por… fumigaciones y políticas
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la posición especial que ocupaban los gatos en los buques de la Armada empezó a decaer rápidamente. Debido a las mejoras en la fumigación y el control de plagas, los gatos pasaron de moda en su labor principal de librar a los barcos de alimañas.
Pero fueron, sobre todo, las nuevas y más estrictas leyes internacionales de cuarentena las que acabaron con la tradición del gato de barco. Antes de la década de 1950, muchos países concedían a los gatos de a bordo un estatus especial que les eximía de las leyes de cuarentena y les permitía vagar libremente por los puertos extranjeros, donde tal vez la peor consecuencia fuera una pelea con un gato local. Las leyes promulgadas por la mayoría de los países después de la guerra prohibían a los gatos abandonar un barco antes de pasar por un largo periodo de cuarentena. Si los funcionarios locales descubrían a un gato saliendo a hurtadillas de un barco, el capitán podía ser multado o incluso arrestado.
Reconociendo que los gatos son forajidos por naturaleza, la Marina quería evitar que sus capitanes se vieran envueltos en un lío legal y diplomático por culpa de un gato curioso que intentaba eludir la cuarentena.
La política actual de la Armada estadounidense no prohíbe explícitamente los gatos en los barcos, pero el permiso especial que necesitan ahora los marineros para subir a bordo a un amigo felino casi nunca se concede.
La mayoría de las marinas del mundo han adoptado una política similar, excepto Rusia.
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