Cierto escritor de ficción que admiro, el gran Erik Kripke, plantea que el cielo de cada uno, al morir, será personal e individual. Un lugar diseñado especialmente para cada alma. Así es como debe ser la naturaleza de cada perro y gato en esta vida.
No hay UNA forma de ser perro o ser gato.
Paco Colmenares, Director Editorial
Las dos especies que han evolucionado al lado de la especie más etológicamente diversa, el Homo sapiens, no pudieron más que copiar esta capacidad de adaptación, estirando al máximo sus habilidades cognitivas y su resistencia al cambio y los ambientes.
Está bien si dos perros que parecen físicamente idénticos, son felices haciendo cosas diametralmente opuestas, como correr a diario por el bosque trabajando con su humana o ir a la tintorería cada martes con su humano.
Está bien si un gato habla todo el tiempo y trepa repisas, mientras su hermano analiza el movimiento de las aves por la ventana.
Rompamos paradigmas y expectativas. Los “súper inteligentes” se supone que somos nosotros, aceptemos que los animales no son maquinitas que repiten acciones, sino seres de características individuales, que merecen vivir en su cielo personal en esta vida, a nuestro lado.