Las relaciones amistosas y familiares no las dictan ninguna regla, son producto del momento adecuado y las ganas de ser feliz.
Paco Colmenares, con la colaboración de la Dra. Claudia Edwards
¿Qué nos hace amigos? ¿Qué nos une a otro ser de forma que queramos su compañía, disfrutemos las experiencias y estemos dispuestos a sacrificar cosas que deseamos por el bien del otro, o el punto medio de felicidad mutua?
Sí, la bioquímica tiene mucho que ver con lo receptivos que podemos estar a conocer nuevos seres, el estado de ánimo o las ganas de hacer algo. No podemos pedirle a alguien con mucha hambre, que llegue a socializar a una fiesta, ni pedirle a alguien con pocas horas de sueño que mantenga un ánimo jovial y sonriente. Y sí, esto es regulable, por lo que eventualmente podríamos decir que el estado perfecto para hacer amigos es, científicamente ajustable… pero hay algo que no se puede manipular así, y se trata de la experiencia.
Uno de los factores fundamentales en la construcción de una amistad, es la acumulación de experiencias positivas con alguien, por eso los humanos hacemos amigos en los recreos de la escuela, en los clubes deportivos, en las fiestas y en las vacaciones, porque estamos compartiendo experiencias positivas con otros, aunque sea desconocidos.
¿Y no de la adversidad salen los mejores amigos? Sí, siempre y cuando durante esa adversidad haya cooperatividad, hacer equipo para enfrentarla y, sobre todo, salir victoriosos de ella, otra vez, acumular una experiencia muy positiva, aún en un momento desafortunado.
Eso mismo aplica a nuestros perros y gatos en casa, y es la respuesta más clara a la pregunta: ¿pueden ser amigos un perro y un gato? Sí, pero será posible sólo si acumulan experiencias positivas en la etapa más receptiva de la vida, es decir, cuando son cachorros.
Como nos explica la Dra. Claudia Edwards:
“Las primeras semanas de vida –de la 4ta. a la 12ava. en los perros, de la 2da. a la 8ava. en los gatos–, son cruciales para socializar. Son los momentos en que el cerebro está absorbiendo los puntos clave para el resto de la vida, y en donde el tierno cerebro de cachorro guardará con firmeza las experiencias antes de cerrarse a un esquema ya poco cuestionable.
Si ambas especies se encuentran en estas etapas, y tienen interacciones positivas como muchas caricias, juego suave, sonidos agradables, movimientos placenteros, etc., guardarán entre sus amigos potenciales a esa especie, sin importar que el individuo cambie.”
Es, de hecho, el mismo proceso amistoso que ocurre para con los humanos, los que además nos vemos beneficiados, claro, por la carga genética de milenios que les dice a ambas especies “tiene potencial confiable” más que con cualquier otra.
¿Si no se conocieron en esa etapa nunca serán amigos?
Otra vez, somos individuos, así que se pueden romper todos los supuestos de especie y de reglas con la intención de uno, pero ciertamente es muy complicado quitarle el recuerdo de experiencias negativas a uno que las ha tenido, así que un perro adulto con gato adulto, que de cachorros nunca la pasaron bien con alguien de la otra especie, la mejor tirada es aspirar a que se toleren, y no se molesten.
Pero aún en ese caso, no te preocupes, a veces así también son las familias felices.