Si un berrinche es frustrarse por un fracaso o no aceptar una orden definitiva, cuando le quitas la mala actitud, hay quien lo ve como tenacidad y sed de triunfo.
Paco Colmenares, Director Editorial
Un gato berrinchudo no es sinónimo de mal gato, simplemente falta entender más su forma de ver la vida, su naturaleza y cómo nos ve a nosotros. Los perros usualmente acostumbran a los humanos a que la respuesta “adecuada” es la docilidad y obediencia.
En el caso de los gatos, aunque sin duda tienen el mismo o mayor potencial en una evaluación puntual, su tamaño nos ha hecho aceptar un abanico de actitudes con mucha más flexibilidad, entre ellas, los gatos necios y voluntariosos, también vistos como “berrinchudos”, a los que les permitimos no hacer caso, ignorarnos, rechazar nuestras caricias o hasta ser enojones cuando queremos ser cariñosos, sin que esto nos haga dejar de quererlos permanentemente.
¿Pero por qué son así? Hay varios elementos para esto, uno de ellos, tiene que ver con la evolución.
Un perro, como muchos cánidos (no todos) es primordialmente gregario, es decir, el éxito de su especie está en vivir en grupo y de ello dependía su desarrollo. Esto se mantiene en el adn de una u otra forma, y prácticamente no hay perro que no intente hacerse de una manada, o acercarse a otro miembro de su especie, o de otra. El gato, en cambio, es de estructura social plástica o adaptable, lo que le permite ser feliz en grupo, pero ser capaz de sobrevivir solo.
Esto hace que cuando los perros están de plano sometidos al rechazo por su actitud, casi siempre llegue un punto de quiebre en donde prefiere pedir perdón, que seguir alejado de todos, mientras el gato siente que sólo depende de sí mismo para sobrevivir (cosa evidentemente falsa para un gato de familia) y puede aguantar mucho más una actitud firme frente a sus deseos.
O sea que, si vas a jugar a soportar más la indiferencia, es muy probable que vayas a perder.
Las estructuras sociales del cazador solitario, sí existen.