Durante siglos, esta elegante mascota ha visto pasar sus días desde el mejor asiento. Tenerlo es un amuleto de buena suerte y un toque de glamour.
MVZ Luis Fernando de Juan Guzmán†
El origen del Siamés está envuelto en el más absoluto misterio, pues no se sabe a ciencia cierta en qué momento hizo su aparición en el antiguo reino del Siam (hoy Tailandia), del que adquiere su nombre.
Sin embargo, este gato aparece en textos antiguos como el Smud Khoi, un precioso libro redactado e ilustrado en el siglo XIV, en el cual se plasmaron las imágenes de varios gatos y junto a cada una de esas figuras, aparece un poema en el que se indica si el animal allí representado es de buena o mala suerte. El Siamés definitivamente es clasificado como un gato de muy buena fortuna.
Gato de la suerte
Para el siglo XVIII, este felino se seguía considerando benéfico y se creía que atraía prosperidad y la felicidad, siendo mencionado como tal en el Tamra Maew (tal vez una nueva versión del antiguo Smud Khoi), en donde también se le reconoce como un gato de buena suerte.
A pesar de que se caracterizó por ser raza muy común en el reino de Siam, fue en los esplendorosos palacios de aquella nación en donde se da inicio a su crianza formal. Las viejas crónicas mencionan que en el palacio real de Ayutthaya –la antigua capital- se tenían gatos Siameses como animales muy apreciados por la nobleza. Pero cuando la ciudad fue saqueada y destruida en 1767, después de una cruenta invasión birmana, los monarcas tuvieron buen cuidado de llevarse con ellos a sus amados gatos. Más tarde –unos quince años después de la caída de Ayutthaya- los principescos gatos se establecerían junto con sus aristócratas amos en Bangkok, la nueva capital del reino.
Carruaje de reyes
Algunos viajeros extranjeros que a través de los siglos visitaron el territorio que después sería conocido como Tailandia, mencionan en sus relatos una curiosa costumbre: cuando un noble moría, en su mausoleo era encerrado junto al cadáver, uno de sus gatos favoritos.
El animal estaba vivo y en contra de lo esperado en esta situación, el gato escapaba completamente a salvo de la tumba, pues el sepulcro contaba con pequeños pasadizos, construidos precisamente con el fin de que el felino los encontrara y pudiera salir sin sufrir daño alguno. Una vez que los sacerdotes –que se mantenían en constante guardia en el exterior del monumento- veían que el gato había encontrado la salida, difundían la noticia de que el alma de la persona muerta, se había aposentado en el cuerpo del felino. En muchas ocasiones los gatos usados en este extraño ritual eran Siameses, dada la alta estima que le profesaban los príncipes de Siam.
En el pasado, algunos gatos Siameses fueron conducidos en solemne procesión, a la ceremonia de coronación de los monarcas, ya que se creía que albergaban el alma del anterior rey, quien asistía con beneplácito a la toma del poder de su sucesor.
Se dice que la última vez que se llevó a cabo esta ceremonia fue en 1925, cuando fue coronado el rey Prajadhipok (1893-1941). Se supone que su predecesor –el rey Vajiravudh (1881-1925)- presenció la coronación en el cuerpo de un hermoso gato blanco. A su vez, Prajadhopok no pudo tomar la forma de un felino para atestiguar la investidura real del siguiente gobernante, ya que abdicó al trono en 1935.
La salida al mundo del siamés
Con respecto a cómo llegó este felino a Occidente, se dice que uno de los más grandes monarcas del enigmático Siam, el rey Chulalongkorn (1853-1910) – un reconocido amante de los gatos- le obsequió al cónsul británico Owen Gould, en 1884, un par de estos animales. El regio regalo fue altamente significativo, pues estaba absolutamente prohibido sacar gatos Siameses del país. Seguramente aquellos pequeños felinos, eran producto de la minuciosa crianza selectiva que llevó a cabo el padre del rey Chulalongkorn, el legendario rey Mongkut (1804-1868).
El siguiente año -1885- vio la llegada de los primeros gatos Siameses a Francia. Probablemente, también encarnaban un gesto de buena voluntad entre ambas naciones, pues las relaciones diplomáticas entre el país galo y los astutos reyes de Siam, eran excelentes desde el siglo XVI.
A pesar de que la aparición oficial del Siamés en Europa, se sitúa en la década de los años ochenta del siglo XIX, se tiene noticia de que en la primera exposición de gatos del mundo, que se llevó a cabo en el impresionante Palacio de Cristal en Londres, en el año de 1871, se presentaron dos ejemplares de esta raza. Se desconoce cómo llegaron aquellos felinos a la Gran Bretaña, pero por lo menos se tiene la seguridad de que ya eran conocidos por esas fechas en el Reino Unido.
Aquella primera exhibición de gatos fue todo un éxito y se organizó un evento similar cada año, contando con el entusiasta patrocinio de la reina Victoria (1819-1901) de Inglaterra, quien tuvo una verdadera pasión por estos felinos, por lo que apoyó incondicionalmente todo lo referente a la elurofilia de su tiempo.
A partir de entonces, el Siamés ganó rápidamente admiradores y al paso de los años se volvió una de las razas más conocidas y más populares del mundo. A México llegó a fines de la primera mitad del siglo XX, pero sin importar su arribo, tan tardío, muy pronto ocupó un lugar especial en muchos hogares y en el corazón de los mexicanos amantes de los gatos.
In memoriam
Luis Fernando recorrió el universo con tres cosas infaltables: su curiosidad indomable, su memoria privilegiada y sus ganas imparables de compartir el mundo que aparecía ante sus ojos.
A veces ese recorrido era tangible, de paso en paso y de vuelo en vuelo. Algunas otras, lo recorrió en textos antiguos, relatos de personas, grabados en muros, historias que la gente, el arte, la arquitectura y hasta las montañas le contaban.
En sus historias aparecían igual dioses creadores, que humanos de fuego, personas de barro, lobos milenarios, perros sagrados, bestias aladas, monstruos acuáticos, caballos fantásticos o gatos legendarios.
Ante todo, Luis regresaba de sus viajes con una misión: contar lo que había visto, y usarlo para entender lo que vivían otros.
Sus historias de dioses, mitologías y arte, daban luz sobre fenómenos, actitudes, razas y colores de los animales modernos. Nos hacían entender por qué los humanos se equivocaban, y cómo volvían a encontrar el camino.
El Doctor, el Profesor, el divulgador de ciencia e historia, pero sobre todo el amigo, padre, hijo, hermano o primo de calidad y cariño inolvidables, recién ha comenzado su viaje por ese Universo de Dioses y Estrellas, con nada más que una sonrisa.
Por los años de colaboración con Animales de Compañía y Pet’s Life, honramos su nombre y presentaremos sus últimos trabajos pendientes con nosotros hasta la última página posible.