Aprender a educar

Principios de educación animal para todos.

Especies como perros, gatos y nosotros, nacemos con una limitada información innata, por lo que aprender desde los primeros momentos de vida es fundamental para nuestra supervivencia.

Dr. Pedro Paredes Ramos

La capacidad de aprender del ambiente apareció en los animales desde hace cientos de años. Los animales aprendemos voluntaria o involuntariamente, consciente e inconscientemente.

Desde la vida uterina, los animales aprendemos el olor, y sonido de nuestra madre y del ambiente en el que ella vive. Al nacer aprendemos que su presencia alivia incomodidades como el hambre y el frío, y que llorar con fuerza hace más intensos sus cuidados y atenciones.

Cuando compartimos nuestra vida con animales, muchas veces reforzamos en ellos comportamientos indeseados, sin siquiera saberlo. Un perro que recibe caricias cuando busca la mano o que obtiene comida cuando mendiga cerca de la mesa repite con mayor frecuencia ese comportamiento. Por el contrario, un perro que es reprendido de forma agresiva cuando jala de la correa o cuando vocaliza excesivamente tiende a disminuir ese comportamiento.

Desafortunadamente, en un contexto real, las correcciones y el castigo no sólo disminuyen comportamientos, sino que también merman el vínculo humano-animal, y generan estados emocionales negativos que, si persisten, pueden convertirse en miedo, fobias y ansiedad, entre otros.

El aprendizaje debe ser un proceso placentero y no una obligación.

Las emociones negativas

Es cierto que las emociones negativas aceleran el proceso de aprendizaje, porque para un animal es mucho más importante recordar cosas que ponen en riesgo su vida, a aquello que sirve para encontrar alimento, pareja o refugio. Un pájaro, por ejemplo, aprende más rápido el color de los insectos que le producen indigestión, que los patrones de las alas de las mariposas que tienen un sabor exquisito. No obstante, la velocidad de aprendizaje no justifica el uso de metodologías crueles, ni dolorosas durante el entrenamiento de animales.

En ocasiones, el fracaso en el uso del reforzamiento positivo, o del uso de premios como única vía para generar aprendizaje, radica en que fallamos en identificar los reforzadores funcionales, y en que nos enfocamos más en castigar comportamientos indeseados, que en premiar los adecuados. Cuando un perro exhibe un comportamiento de calma, en una situación estresante, pocas veces es premiado porque pasa desapercibido para el propietario, sin embargo, cuando éste sucumbe a la presión y responde con vocalizaciones, agresividad o miedo, el castigo aparece de forma frecuente.

La etología

En las últimas décadas, el entrenamiento de animales y particularmente el de animales de compañía se ha reinventado. Disciplinas como la etología, la neurobiología y el conductismo han mejorado nuestro entendimiento sobre la forma en que los animales procesan la información y sobre la función del comportamiento.

Gracias a la etología, conocemos la importancia de la socialización temprana en el perro, y su papel en la inhibición de la mordida, la prevención de problemas de conducta, el desarrollo del temperamento y de conductas que aparecen con la edad, tales como el marcaje, las montas, y la agresividad intraespecífica.

La fortuna de utilizar una metodología basada en premiar los éxitos y no en castigar los errores, radica en que puede ser usada de la misma forma tanto para un ave de 20 gramos como para un elefante de varias toneladas

Puntos que debes considerar

Contrario a lo que pudiera pensarse, el entrenamiento de animales no es un proceso simple, por tanto, no debería ser practicado por quienes no entiendan la función biológica del comportamiento. A título personal considero que hay por lo menos 3 puntos clave en el éxito del entrenamiento con refuerzo positivo:

  1. Antes y durante el entrenamiento el animal debe estar en un estado emocional donde nada le preocupe y su atención esté enfocada en aprender y obtener recompensas.
  2. Hemos identificado los premios favoritos de nuestro aprendiz y los usamos de forma inteligente, cuidando utilizar el premio favorito cuando el animal tiene un desempeño excepcional, o cuando mantener su motivación es más complicado.
  3. Adecuamos el ambiente para que los dos puntos anteriores puedan ocurrir con facilidad, es decir, reducimos o habituamos al animal a potenciales distractores, construimos una relación de confianza y seguridad con el aprendiz, y somos conscientes de su estado de saciedad o abstinencia hacia lo que utilizaremos como reforzadores (comida, juguetes, etc.).

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