No confundas quererla con humanizar a tu mascota

En la mayoría de los países desarrollados se ha incorporado a los animales a leyes y reformas constitucionales que los consideren como seres sintientes. No son pocos los que además han logrado generar normas sobre altos estándares de bienestar animal.

Esta búsqueda es reflejo del cambio de perspectiva que se ha generado en las últimas décadas en torno a los animales, en especial, frente a los de compañía, comúnmente denominadas mascotas.

Bajo la nueva mirada, las personas tienden a ser más consideradas y empáticas con el sentir de los animales y sus necesidades, pero también a atribuir a estos características y cualidades humanas que, de paso, les añade necesidades que no les son propias o que, peor, van en contra de su propia naturaleza. Es la antropomorfización, o dicho de forma más coloquial, la humanización de animales.

La antropomorfización

Lo vemos en la proliferación de tiendas de mascotas donde es común encontrar chaquetas, vestidos o calcetines para animales; así como conceptos como las perruquerías, verdaderos salones de bellezas caninos; o en los hoteles y guarderías especializados en gatos y perros. ¡Incluso hay un mercado de lujo, con bolsos Louis Vuitton y collares de diamantes Tiffany & Co!

¿Cuántos animalitos no hemos visto con moños o el cabello teñido? O utilizando sombreros o pijamas? Seguro son muestras de genuino afecto y cariño, ¿pero es bueno para el animal ser tratado como un humano?

Las mascotas parecen ser los nuevos niños y niñas. No sería arriesgado teorizar que ellas llenan el espacio que deja el sostenido descenso de la tasa de natalidad en muchos países. ¿Es razonable que una familia vea a los animales de compañía como un hijo o un nieto? Para Rodrigo Morales, médico veterinario, diplomado en Ética, Legislación y Protección Animal de la Universidad de Chile, sí lo es.

“Es un hecho que más del 90% de los hogares con mascotas en Chile consideran a estas como parte de su familia, incluyéndolos en sus hábitos y rutinas, llegando incluso a modificar sus itinerarios y viviendas por el bienestar de ellas”.

Rodrigo Morales

Morales continua afirmando que esta tendencia ha llevado a que en países desarrollados hoy se hable de “familias multiespecie”, constituidas por personas y animales, predominantemente gatos y perros.

Para el psicólogo clínico Christian Ovalle, es importante no confundir y marcar la diferencia entre una mascota y un niño, así como de un familiar no humano y otro humano.

“Hay una necesidad de darle a las mascotas un lugar importante, más del que podrían llegar a tener. Pero no se pueden destinar en un animal las expectativas que se podrían tener hacia un hijo, porque no las va a cumplir y está bien que así sea. Hay que entender eso para no caer en un exceso”.

Christian Ovalle

¿Y eso qué tiene de malo? Pues existen estudios que colocan como que una de las principales razones de abandono o desapego de mascotas, el no cumplimiento de estas humanizantes expectativas.

“Antes la mascota era sólo eso: la mascota. Hoy muchas son el compañero de vida, el que contiene emocionalmente, el ser con que la persona conversa y con quien duerme”

Gonzalo Chávez

Para evitar estas consecuencias, estos cambios culturales deben darse dentro de ciertos límites. Una forma de traspasarlos es “cuando dejo de considerar en mis acciones las necesidades conductuales naturales del animal”, explica Chávez. “Por ejemplo: una mascota que está siempre muy perfumada, muy limpia y es muy educada, no hace destrozos, pero sin embargo ninguna de esas características satisface sus necesidades conductuales naturales, como correr o jugar”.

Es ahí, dice el etólogo, cuando la relación se desequilibra, porque quien saca mayor provecho de ella es la persona: “el perro es el que acompaña a la persona a todos lados y en toda circunstancia: cuando está triste, cuando está contenta, etcétera”. Pero no al revés.

Humanizarlo es… ¿positivo?

Hasta los años noventa, el concepto de antropomorfización tenía una connotación exclusivamente negativa. “Se asumía que humanizar a un animal siempre era malo, porque al asignarle solo emociones humanas y no respetarlo como individuo, perdía su esencia: era un objeto que únicamente debía satisfacer las necesidades de las personas con las que convivía”, explica Chávez.

Con los años, el concepto fue adquiriendo otra connotación. “En el mundo científico se llegó a cierto consenso de que humanizar a los animales también tiene cosas muy buenas, ya que se reconoce al animal como un ser sintiente, que entiende lo que siente”.

Otra de las cosas buenas en la humanización es la mayor conciencia respecto al sentir de los animales, y con ello una mayor preocupación respecto a su bienestar. Que las personas dediquen parte de su dinero a satisfacer las necesidades de sus mascotas, incluso contratando servicios como las guarderías, es otra humanización positiva que rescatan los profesionales.

“Desde la parte biológica, esta interacción reduce los niveles de cortisol, las hormonas relacionadas al estrés. Algunos estudios han descubierto que hay animales que reducen la soledad, aumentan los sentimientos de apoyo social e incluso mejoran los estados de ánimo”.

Christian Ovalle

Cuándo es negativa la humanización

Cuando a un animal de compañía se le exigen cosas que no son parte de su naturaleza, o peor aún están contra ella, las consecuencias pueden ir desde el desarrollo de problemas de comportamiento a patologías más graves.

“Generar expectativas de comportamientos humanos en los animales ha generado mitos nefastos, como pensar que las mascotas hembras deben ser madres una vez para poder desarrollarse, una creencia que solo perpetúa el abandono de muchos animales”,

Rodrigo Morales

Intentar que la mascota parezca lo que no es puede afectar fuertemente su salud mental, además de acarrear otros problemas.

“Coartar la posibilidad de que el perro se comporte como perro afecta su naturaleza. Si siempre se le tiene muy vestido, con cortes de pelo que no le corresponden a su tipo, muy perfumados, puede impedir que se comunique normalmente con otros perros”.

GONZALO CHÁVEZ

No se trata de que no haya una preocupación por la higiene y apariencia del animal, pero no se puede “exagerar” ni “perder foco” con el sentido. Cortarles el pelo del canal auditivo, así como los bigotes, es un error que se cruza con el maltrato animal. Lo mismo acomodarles la chasquilla con moños o pinches: como ese pelaje ofrece una protección a sus ojos, hacerlo puede provocarles un daño.

El trastorno del apego, cuando hay una dependencia excesiva por parte del animal a su tutor —y la mayoría de las veces también de éste al animal—, es otra patología común y que puede estar ligada a otra más complicada, como la impronta heteroespecífica, que se da cuando la mascota se crío aislada de sus pares y muy apegadas al humano. “El perro se cree humano”, sintetiza Chávez.

Estos trastornos suelen afectar el funcionamiento familiar y es ahí cuando se comienza a dañar el vínculo entre los animales y sus tutores, lo que en muchos casos deriva en el abandono o reubicación de la mascota.

Cómo tener una relación sana

Para iniciar, el adquirir una mascota no debe ser una decisión impulsiva, como ocurre la mayoría de las veces. Tiene que ser bien reflexionada, informada y bien discutida junto a la red de apoyo, que será la que colaborará contigo cuando no puedas hacerte cargo de tu mascota.

Luego de eso, viene el análisis de aspectos más prácticos, como el espacio del que se dispone y el presupuesto que se puede destinar a la mantención de la mascota. Todos estos criterios ayudarán a resolver si están las condiciones para hacerse responsable de un animal, así como saber qué tipo de mascota es la que se quiere y se puede tener.

“Cada mascota tiene necesidades particulares de acuerdo a la especie, edad y características individuales. Si no se satisfacen estas necesidades, los animales se estresan, se enferman o generan problemas de comportamiento, lo que puede terminar en maltratos o incluso en abandono”.

Rodrigo Morales.

Investigar respecto al comportamiento de las mascotas es una muy buena forma de prevenir la humanización negativa. “Como mencionan algunos etólogos, cada animal tiene su ‘perronalidad’ o ‘gatonalidad’, por lo que debemos darnos el tiempo de conocerla, generar confianza y fomentar un buen vínculo mediante la tenencia responsable”, agrega el médico veterinario.

Por último, Christian Ovalle remarca la importancia de diferenciar que las mascotas son un miembro no humano de la familia. “Uno debería preguntarse: ¿por qué estoy tratando a la mascota como a un hijo? Las necesidades que estoy cubriendo, ¿son del animal o de la persona? Ahí cabría buscar de dónde viene esa necesidad, de qué carencia.

Pero, lamentablemente, las personas no se suelen hacer esas preguntas.

Con información de Nicolás Violani para La Tercera

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