Las razones por las que ladra tu perro

Tu canito no ladra para irritarte ni para hacerte la vida imposible. No lo castigues: es cruel, no lo merece, ni entiende el porqué del castigo… Y encima de todo, no resuelves el problema de fondo.

Eva San Martín

Los perros ladran para comunicarse con el mundo que les rodea y es normal que lo hagan. De hecho, somos responsables de ello, pues ha sido un elemento clave y reforzado por su selección durante miles de años de convivencia. Por eso no es casual que se le considere como el mejor amigo del hombre y tenga una variada comunicación vocal.

Si ladra, entendemos

Los científicos han notado que identificas la causa del ladrido de tu amigo. No suena igual un ladrido feliz celebrando la hora del paseo, que uno asustado o harto de estar solo, ¿cierto? El tono, la fuerza, y hasta la intensidad es distinta y aprendes a diferenciarlos.Un ladrido de atención tiene un tono más agudo y conforma cadenas de ladridos con pausas para evaluar la respuesta que provoca; el que emite cuando se siente amenazado, será más grave y gutural, entremezclado con gruñidos y pausas.El de alerta es firme y agudo, y puede ir seguido de respuestas como el erizamiento del pelo. Y los de juego son agudos y cortos, y suelen acompañarse de la postura de juego (cuando inclina sus patas delanteras). Aun así, este sonido puede desconcertarte, sobre todo si no cesa, como cuando tu peludo está aburrido, frustrado o estresado, pues puede ser molesto, monótono y repetitivo. Y lo hace, por ejemplo, cuando no está acostumbrado a quedarse solo (y no lo soporta), o no tiene suficiente actividad en el día. 

No lo castigues

Si tu perro está estresado o sufre ansiedad por separación, puede ladrar sin parar por horas. Hará sus necesidades en casa o destrozará objetos que no son sus juguetes. Pero no lo castigues o hagas algo que lo lastime o sobaje. Nunca es recomendable y aunque puede interrumpir el comportamiento (de momento), no le estás enseñando lo que deseas. Además puede provocar problemas más graves, como agresividad.La clave: en lugar de castigar lo que te disgusta, ¡premia lo que te gusta! Es decir, modifica su comportamiento recompensando con premios cuando esté calmado, enseñándole a sentarse para llamar la atención en vez de ladrar, por ejemplo.No refuerces un comportamiento no deseado. Si te trae la pelota y ladra para llamar tu atención para que la avientes, al hacerlo refuerzas esa conducta porque ha conseguido su objetivo: jugar. Y la próxima vez que quiera jugar, ladrará.Pero si le pides que se siente, sin ladrar, se calma y lo recompensas aventando su pelota, probablemente la próxima vez se limite a sentarse cuando quiera jugar. 

¡No es su culpa! En lugar de enfadarte, aprende a reconocer qué desencadenan sus ladridos. Si te sientes frustrado o no funciona, no desesperes: hay ayuda profesional. Depende de ti: tu amigo sólo está siendo un perro.

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